miércoles, 25 de junio de 2008

Mis estudios universitarios

En mi primer año en la carrera entré en contacto con la Sociología de la Educación. Esta asignatura fue para mí toda una revelación: en realidad (y, ciertamente, por el programa que de la misma desarrolló la profesora que la impartía, Sara Morgenstern) los debates sociológicos reflejaban gran parte de las reflexiones, disputas y análisis que ingenuamente, y con escasos referentes teóricos e ideológicos, habíamos vivido en el Instituto: la relación entre la educación y el cambio político y social, la democratización de la vida en los centros escolares, la relación entre la escuela pública y la privada, los conflictos laborales del profesorado, la democratización social y del acceso al sistema educativo, adquirían cuerpo como problemas que afrontaba la sociología de la educación.
El estudio y la lectura directa en las clases de autores como Marx, Durkheim, Weber, Kosik, Parsons, Boudon, Neelsen, Coleman, Jenks, Althusser, Bourdieu, Bernstein, Baudelot y Establet, Carnoy, Freire, Illich, Gramsci o Snyders, entre otros, resultó crucial para animarme, ya desde el primer curso, a dar centralidad a mi formación sociológica a lo largo de toda la carrera, de modo que, cuando al finalizar el tercer curso tuve que optar por una especialidad, no dudé en hacerlo por la de "Política y Administración Educativa", finalizando mis estudios universitarios en el curso 83-84.
El paso por la Universidad, además de estos procesos formativos supuso, también, el enriquecimiento de mis aprendizajes formando parte del movimiento estudiantil. La llegada a la Universidad coincidió con los debates sobre el Estatuto de Centros y los proyectos de Ley de la UCD sobre la Autonomía Universitaria, mientras que el segundo ciclo coincidió con el debate y aprobación de la Ley de Reforma Universitaria y la LODE, tras el acceso al gobierno central del PSOE. En la Universidad de La Laguna, el movimiento estudiantil y el movimiento de PNNs se mantuvieron organizados durante todos estos años. Igualmente, a los estudios de Pedagogía accedía por aquel entonces un número significativo de maestros y maestras en activo, de modo que, tanto en las clases como fuera de ellas, teníamos oportunidad de debatir y analizar no ya sólo los conflictos propiamente universitarios, sino también los que protagonizaba el movimiento de enseñantes en los colegios e institutos. En 1979, de hecho, se celebró la primera Escuela de Verano de Canarias, en torno a la cual se constituyeron las organizaciones sindicales de la enseñanza, algunos de cuyos principales dirigentes eran compañeros nuestros de clase. De sus experiencias y debates nos hacían partícipes, de modo que todas las cuestiones teóricas que se nos iban planteando se enriquecían sistemáticamente con aportaciones sobre su concreción en el movimiento de cambio en la educación.
Dos experiencias que finalmente marcaron mi propia trayectoria fueron, simultáneamente, la participación, como miembro del Claustro, en la elaboración de los Estatutos de la Universidad de La Laguna (proceso que transcurrió entre 1984 y 1985), así como mi participación en la elaboración, para la Dirección General de Innovación Educativa de la Consejería de Educación del primer Gobierno Autónomo de Canarias, de un Informe sobre los Planes de Centro en la enseñanza no universitaria. Ambas experiencias me permitieron, a la vez, participar en los primeros pasos del proceso de democratización del sistema educativo: en el primero, en sus implicaciones formales en la propia universidad; en el segundo, en lo que significaba la puesta en marcha del autogobierno en educación, situándome ambas experiencias en el cruce entre las inercias del pasado y las incertidumbres del cambio en la política educativa.
Por otro lado, volviendo al terreno más estrictamente formativo, durante el primer ciclo de la carrera, las cuestiones de la igualdad y el cambio en la educación, así como la articulación de las políticas educativas fueron el eje de mi formación sociológica. En el segundo ciclo, sin embargo, el esfuerzo formativo se inclinó más específicamente, hacia el ámbito de la división y organización del trabajo, las cualificaciones, las condiciones de trabajo, el mercado laboral,... cuestiones todas ellas que estaban empezando también a formar parte de mis inquietudes e incertidumbres de lo que yo prefiguraba como una futura dedicación profesional a la enseñanza.
La formación en esta época se vio reforzada, fuera del contexto formalmente académico, por la participación en un seminario que se mantuvo durante los años 83, 84 y 85, entre el profesorado de Sociología de la Educación (en aquel entonces, Blas Cabrera, Jorge Rodríguez y Santiago Magdaleno) y un pequeño grupo de estudiantes. El objetivo del seminario consistió, básicamente, en reforzar nuestra formación sociológica general, lo cual constituyó una experiencia fundamental para consolidar la opción por esta disciplina una vez terminamos la carrera (de hecho, tres de los estudiantes que allí participamos, Lourdes Hernández, Francisco Déniz y yo misma, nos incorporamos después a la plantilla docente del departamento).

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